martes, 23 de febrero de 2010

la nueva prima

Ánder tiene una nueva prima. Su nueva prima vino como él: un tiempo después de haber nacido. Así que se supone que también ha sido apartada de su auténtica familia, acogida en una Instituciónparaniñossinpersonasquesehagancargodeellassinquemediedinero perteneciente a algún Estado central o federal, y esperado a que alguien quiera sustituir a quien debía de haberse hecho cargo de hacerla feliz.


La diferencia está en que su nueva prima esperó más tiempo que él, bastante más tiempo, en realidad. Es alta, guapa y nadie dice de ella que está muy espabilada, quizá porque todo el mundo piensa que lo es. También mira de reojo con un gesto de desconfianza que a sus pocos años no puede esconder el miedo que hay detrás. Debe de tener mucho miedo y fiarse mucho de sus padres para haber recorrido el mundo entero para llegar junto a ellos.


Además se diferencia de Ánder en que todo el mundo se ha alegrado de su presencia, todo el mundo quiere conocerla y romper esa barrera de desconfianza que hay en sus ojos, ganarse una sonrisa suya. Cuando uno es niño eso es fácil, basta con no echarle la culpa de esa forma de mirar y el niño se derrite. No lo pueden evitar, les gusta tanto ser felices que atrapan las oportunidades de serlo tan rápido y tan fuerte que a veces las rompen. Pero en la vida hay tantas que si las rompen no importa.


Los padres de la nueva prima de Ánder están muy felices con sus nuevas preocupaciones. Cuando quieres a alguien crees que las oportunidades de ser feliz las dispones tú en su vida, cuando lo que pasa es que las que podemos ofrecer a los demás son las menos que van a tener. Sólo podría decirles que eso es algo que notas cuando miras a la gente que quieres, pero como seguro que ya lo van a leer en algún libro o que tendrán a alguien más inteligente que yo que se lo cuente, pues mejor les miraré yo a ellos.


Ánder aún no ha conocido a su nueva prima. Cuando ésta llegó, Ánder dormía con sus abuelos. Se perdió la alegre acogida de todos. Quien no pudo estar, llamó por teléfono para decirles que estaban muy contentos, incluso lo hicieron quienes en realidad no estaban contentos, pero en las fiestas no se distingue a quien dice la verdad de quien miente. El caso es que los padres de la nueva prima de Ánder echaron de menos a quien no les dijo que estaba contento. Y lo hicieron notar discretamente, porque son muy elegantes y no queda bien que el anfitrión diga cosas tristes.


Yo, que soy un poco envidioso, no pude evitar acordarme de cuando llegó Ánder. No le llamó nadie para decirle que estaba muy contento de su llegada e incluso hubo quien se sintió ofendido por su presencia, quien se ha negado a conocerle o simplemente verle. En realidad, no recibimos ninguna llamada, porque tampoco la esperábamos. Llamamos a quienes creían que se iba a alegrar por su nuevo familiar y no echamos de menos a quien no respondió o a quien respondió con modales condescendientes o directamente groseros. No sé si esto pone a Ánder en una posición de inferioridad, el no esperar nada de quien no está dispuesto a llegar. Tampoco sé porqué las mismas personas que se alegran por la nueva prima no hicieron lo mismo por Ánder.


Lo que sí sé es que de todas las personas que ignoraron a Ánder, no faltó ninguno para ser cortés en la nueva ocasión de bienvenida. Hay tantas oportunidades de pasarlo bien que lamentar las que se nos escapan es algo que no hace ni el niño más torpe. Y, como digo, el creerse que esas oportunidades las ponemos nosotros, pues bueno, no sé si es cierto. Lo que sí es seguro es que hacer daño a los demás es tan fácil que no se necesita ningún tipo de talento para ello, cuando cualquiera puede hacerlo.

lunes, 22 de febrero de 2010

la tortuga conchita

La tortuga Conchita vino del colegio con Ánder el viernes de Carnaval, dentro de una maleta naranja y con Ánder vestido de Cristobal Colón. Ese mismo día también vinieron lo abuelos de Ourense, pero en tren. Cuando Ánder llegó a su casa se encontró a sus abuelos y corrió a darles un beso, sobre todo al abuelo, al que besaba y abrazaba cuando le decían "llegaron los abuelos, dales un beso".

Ese fin de semana Ánder se disfrazó y casi no vió a Conchita, porque pasó todo el día con los abuelos. Bañarse, bajar al parque (sólo un rato, porque hacía mucho frío), jugar con su hermana. Al día siguiente volvió a ser lo mismo. Como vinieron los abuelos, jugaba en casa, un rato en el parque (no mucho, porque llovía), comía y dormía la siesta. Y así toda la semana, que los abuelos no viene muy a menudo y hay que aprovecharlos.

Los abuelos de Ánder son muy buenos y lo hacen todo. No saben vivir sin trabajar, limpiando, cocinando, fregando, volviendo a cocinar y a fregar y después barrer la casa. Cuando vienen a visitar a Ánder, él y su hermana duermen con los abuelos. Ánder con el abuelo, que habla muy poco, igual que Ánder (hay quien piensa que por eso se llevan tan bien, pero también hay quien piensa que es porque a los dos les falta el pelo), y la hermana de Ánder duerme con la abuela. En casa hay otras camas, pero a la abuela le gusta dormir con la hermana de Ánder, así que para no dejarle solo, también Ánder se mete en la cama con todos.

La abuela está siempre pendiente de sus nietos. Si tienen ganas de hacer pis, de la ropa que se tienen que poner, de dónde guardan sus zapatillas, de dónde han colgado sus batas o sus abrigos, de que no se manchen, de que no manchen los muebles, de que duerman la siesta, de recoger sus juguetes.

Como Ánder no sabe hablar todavía, no sabemos si les agradece a sus abuelos tantos desvelos, pero lo que es seguro es que como ellos están pendientes de todo, Ánder aprovecha para fijarse en lo que realmente le interesa: en el ruido que hacen las cosas cuando caen, en lo que su hermana tiene en las manos, en los juguetes pequeños de plástico que guarda bajo la cama, en lo lejos que puede tirar la pelota. La vida se le hace muy complicada, porque cuando más interesado está, le llaman para comer y los abuelos le dan de comer y después le dicen que duerma la siesta con la telenovela. Pero a Ánder no le importa porque sabe que los días son muy largos y siempre tendrá una oportunidad para dedicarse a las cosas importantes. Lo bueno de dormir la siesta es que uno se acuesta más tarde y hasta puede ver los dibujos de la tele de Bob Esponja, mientras los mayores hablan.

Para que no le mareen, Ánder deja que sea su hermana quien le explique estas cosas a los demás. Suele hacerlo bastante bien, porque siempre le pregunta lo que quiere y siempre sabe donde está o lo que está haciendo o porque está haciendo lo que hace. Pero a veces no lo sabe y opina como la abuela, que Ánder es un caradura que no hace caso de los demás. Está acostumbrado a que se lo digan y lo prefiere a que le digan que no sabe lo que está haciendo y no le dejen hacerlo. Pero otras veces piensa que tanto da una cosa que otra, porque al final siempre tiene que dejar lo que hace para atender a los demás. Menos mal que sabe que no hay mal que no se arregle con una sonrisa y con una buena comilona de lentejas.

Los días que estuvieron los abuelos en casa, los padres de Ánder no estuvieron mucho por allí. Llegaban tarde de trabajar, pero el poco tiempo que estaban aprovechaban para jugar con Ánder y con su hermana, como los abuelos se ocupaban de todo lo demás, no tenían que estar pendientes de cocinar o de limpiar. Eso sí, a veces le decían a Ánder y a su hermana que no hiciera el tonto, que no se podían olvidar de recoger sus juguetes ni de guardar su ropa. En esos momentos Ánder miraba de reojo a sus abuelos, con gesto entre culpable y suplicante.

Al final de la semana vinieron los tíos y las primas de Madrid, y Ánder aprovechó para decirles a su tío y a su tía todo lo que hacía. La comida que comía, el juguete que tenía, la ropa que llevaba. Además, la prima se quedó con su hermana y con él esa tarde entera y hasta durmió con ellos. Así que esa noche los abuelos durmieron solos, la prima y la hermana de Ánder en una cama y Ánder en otra. Por primera vez en toda la semana se despertaron temprano, aunque el resto del día fue igual. Bueno, igual no, porque estaba la nueva compañera de juegos, la prima, que juega a la pelota, a las muñecas, que monta los juguetes rotos y a veces les hace cosquillas y les persigue por la casa o Ánder les persigue a ellas.

Y así fue la semana de Conchita en casa de Ánder. Conchita no salió mucho, sobre todo porque cada vez que asoma la cabeza, la hermana de Ánder se apodera de ella, la achucha y hasta duermen juntos (no es la primera vez que Conchita viene a su casa). A cambio de poder jugar en exclusiva con Conchita, la hermana de Ánder le deja todos los demás juguetes que tienen. Y como tienen un montón y su hermana escarva en los rincones más inesperados, siempre encuentra alguno que a Ánder le gusta mucho. Así que en realidad agradece a su hermana que juegue con Conchita. Ánder sabe que siempre habrá una Conchita que le permitirá deambular a su ritmo, con la muñeca favorita de su hermana en una mano y una galleta de chocolate en la otra.

 
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