lunes, 9 de marzo de 2009

El otro día me equivoqué. No tiene Ánder tantos tíos ni tantas tías. Tiene un tío y una tía en Madrid, que le ven en vacaciones de Navidad y de verano. Vienen con las primas de Ánder, que tienen en mi hijo a un muñeco. Juegan con él, le achuchan y se asombran de su picardía y de su empecinamiento cuando se nota acorralado. Además, Ánder tiene un tío y una tía que son los padrinos de la hermana de Ánder, el padrino y la "padrina", que se ríen mucho con él. Se preocupan de cómo le va a tratar la vida, de las injusticias que va a tener que soportar. Luego tiene otro tío y otra tía, que no le ven mucho porque no se sienten muy unidos a él. Siempre fueron muy independientes. Y por último tiene un tío, al que no ve nunca porque se sintió ofendido el día que Ánder llegó. Dijo "él en su casa y yo en la mía", y así ha sido hasta ahora. Creo que le tiene miedo, como esos ancianos que apartan a sus nietecitas en el parque cuando le ven. Me dan un poco de pena y me gustaría decirles que están equivocados, pero creo que de nada sirve mostrar cosas bonitas a gente fea más que para enfadarles.

También están las abuelas. La de Vigo se enfada con Ánder porque sabe que Ánder puede hacer más de lo que hace. Le mira y ve un niño que puede llegar a donde desee. Sólo hay que llevarle, como a los demás niños. Su otra abuela y su abuelo vienen a visitarle casi todas las vacaciones, si pueden viajar. La abuela le riñe con gracia y le llama brutote, pero Ánder sabe que tiene un rival tremendo en su abuela y un complice formidable en su abuelo, que no puede resistir a sus caricias. Pero los dos le dejan llorar cuando se emperra en que le lleven en colo al parque o cuando no quiere comer pescado y pide un yogurt señalando la cocina con una sonrisa de asombro por no tener su manjar ya frente a él.

Además de esta familia, tiene a Carmen, a sus amigos del colegio y a sus profesoras, que se preocupan por él, por su futuro. Otras profesoras prefieren preocuparse por su felicidad inmediata, rellenando su análisis de conciencia nocturno con un hoy fui buena y nada puede echarme en cara nadie. Éstas a su rebeldía le llaman atención dispersa y a su pereza le llaman problema delante mía y discapacidad a mis espaldas. También éstas me dan un poco de pena, porque nunca sabrán a dónde va llegar Ánder. Pero también me llena de orgullo el que Ánder vaya a llegar igual no sin su ayuda, si no con sus zancadillas de santurrona.

Creo que he aprendido a ver a la gente en función de cómo ven a Ánder. Quien ve en mi hijo a un niño con síndrome de down, a un down, a uno de "estos niños", les veo como personas pobres, con las que me resulta muy difícil mantener una conversación de ningún tema que no sea repetir algo que vi en la televisión el día antes. Los que ven a Ánder me caen bien, porque Ánder es transparente, directo y hermoso, así que es fácil hablar con quien es capaz de verlo. No sé porqué, pero debe de ser difícil de ver, porque no le pasa a todo el mundo.
 
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