domingo, 30 de noviembre de 2008

paréntesis

Haré un paréntesis en la extraña historia de Ander para regresar al presente. Con motivo de un comentario de mi mujer estos días creo haberme dado cuenta de lo que Ánder significa para mucha gente.

Cuando lo trajimos a Vigo no toda mi familia lo recibió con los brazos abiertos. Nada que no esperara, en realidad. Uno siempre se imagina que las cosas van a salir bien, perfectas. Si no, supongo que tampoco lo intentaríamos con las mismas ganas. El caso es que me sorprendió la actitud general, excelente. Todo el mundo quería a aquella planta vasca que sólo lloraba y dormía. De las cuatro cosas que hace un bebé (y Ánder por edad había dejado de serlo), dormir, llorar, comer y cagar, él sólo hacía las dos primeras, como digo.

Nosotros, esperando a un niño con determinadas dificultades, no esperábamos que a éstas la Administración le hubiera sumado las propias de una incompetencia estudiada, meditada y aplicada con sumo esfuerzo e interés. "Por el bien del niño", coletilla que valía para todo y, principalmente, para evitar cualquier conato de rebeldía ante sus decisiones, fue la frase que marcó el destino de Ánder hasta que llegó a nosotros. Desde entonces, la frase es "Ánder, me estás cargando", mucho más efectiva para su desarrollo, como hemos demostrado.

Pero vuelvo a irme por las ramas. Estaba en que sólo mi madre y mis dos hermanos mayores quisieron conocer al recién llegado. Estoy convencido de que ambos, con ideas totalmente opuestas de la vida, tenían la suya respecto a mi decisión. Pero ambos la callaron y me apoyaron. Sólo puedo decir que se alegraron de lo que hice. Mi hermano pequeño no quiso conocer a Ánder y me hizo ver el enorme error que había cometido. De hecho Ánder, a día de hoy, no conoce a sus primos, cuya compañía tiene expresamente prohibida, no sé si por temor al contagio o a la comparación.

Durante este año en que Ánder ha estado con nosotros, sucedió uno de esos hechos que hacen inevitable la presencia conjunta de todos mis hermanos bajo un mismo techo, lo que no nos hace demasiado felices a ninguno, todo hay que decirlo. Mis hijos siempre van conmigo (soy un poco gitano y no salgo de casa sin varias bolsas), así que sus primos se quedaron en su casa. Eso sí, mi hermano pequeño se empeñó en todo momento en jugar con Ander, en cogerlo en el colo, hacerle monerías para que riera y comportarse de una manera exageradamente afectiva con él. Siempre que había personas delante. Si nuestra madre estaba delante, él preguntaba por el pequeño, si algún amigo o conocido se acercaba, él buscaba a su sobrino para tenerlo en el colo durante la conversación.

Al principio le dejé hacer, un poco paralizado por el asombro y, por qué no, por la emoción de verlos juntos riendo. Hasta que le pregunté por su hijo y me dijo que no iba a participar de aquel acto.

Me alegro de que la gente que se considera "buena" se salga con la suya. Yo, desde luego, no recuerdo mi último acto bondadoso. Prefiero recordar los justos. Mi hermano fue feliz, Ánder se rió y yo no supe reaccionar. Todo aquello terminó y hasta los hijos de mi hermano ya no van a casa de la abuela, por lo que se puedan encontrar.

Mi hermano se mueve en ambientes fuertemente convencidos de la grandeza de sus valores morales, que incluyen la condena al aborto, a la investigación con células madre, al laicismo, etc. Me gustaría que esta grandeza sirviera para garantizar que niños como Ánder vivieran felices, en un mundo lleno de oportunidades. Pero, por mi experiencia personal, sólo puedo decir que cuanto más "moral" considera una persona sus valores, más obscenos encuentro sus actos. Que los paraísos que predican son iguales a los demás, construídos sobre la desgracia del prójimo más débil. Sin duda, como digo, es un problema de falta de experiencias personales suficientes. Pero, por el momento, creo que he tenido para una buena temporada.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Pablo mi tesoro, no puedo escribirte lo que pienso.
Solo sé que Ander será un niño, un joven, un adulto feliz...también la niña, crearán un lazo de hermanos maravilloso...no estaré viva para que me lo cuentes (tal vez sí si llegara a longeva como mis familiares)...besos y besos!!!

Ana Pastor dijo...

Cariño, sabes que siempre he sentido mucho que las cosas fueran así. Pero la vida nos pone a cada uno en su sitio y las máscaras se caen.

Te amo.

Agustin y Mario dijo...

Sinceramente me he quedado sin comentarios ante lo que he leído.
No he vivido situaciones como la tuya (por ahora).
Pero, aunque no sea comparable, precisamente de las personas con mayor nivel de "moral católica", "más comprometidos" con la evangelización (y yo soy católico) son de las que percibo ese sentimiento de "lástima", de "pobrecito de mi niño", de "que pena", y, sinceramente, no lo puedo soportar.
Un abrazo, Pablo.

Fdo. Agustin

 
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